Comparto aquí el comentario de texto del poema "Dios", de Gabriel García y Tassara, que ha realizado una de mis alumnas, Lucía Jiménez Gavira. Espero sea de ayuda a futuros alumnos y estudiantes en general que quieran realizar trabajos similares.
COMENTARIO DE UN TEXTO ROMÁNTICO. Dios, por Gabriel García y
Tassara. Texto en línea: https://sirio.ua.es/libros/BFilosofia/poesias_tassara/ima0028.htm
Nos encontramos ante un poema del autor Gabriel García
Tassara (1817-1875) cuyo título es Dios y forma parte de sus Poesías, publicadas en periódicos
y diarios como El Correo Nacional, Semanario Pintoresco o El
Heraldo, entre otros, aproximadamente desde 1838 hasta 1850. Es una obra que,
por la franja cronológica en que fue publicada, se adscribe al Romanticismo. De
igual manera, debemos considerar que
el corpus completo no sería publicado
hasta 1872, y dentro del mismo, este poema pertenece a sus poesías líricas.
Esta producción pertenece al subgénero de la oda, por
su contenido religioso y reflexivo: el tono que adopta la voz poética es
intimista a la vez que apasionada. En cuanto a su intertextualidad, encontramos en Tassara una composición acorde
al movimiento en que este desarrolla
su obra, si bien muy influyente en la expresión y forma, el autor mantiene
ciertos elementos clásicos como la
importancia de la rima y el esquema métrico, probablemente, con una relación directa con el Neoclasicismo
que le precedió. También esta influencia la condicionan autores anteriores de
notable similitud en el estilo y forma de su obra, como es por ejemplo Fernando
de Herrera, poeta culto del Siglo de Oro español que destacó por la simbología
y el carácter perfeccionista en la métrica del mismo. Asimismo, Dios presenta aspectos del Romanticismo español más estrechamente
ligado al modelo romántico europeo, como la exaltación sentimental, la
melancolía y la sublimidad, en este caso, que la voz poética muestra hacia lo divino, o el fuerte
idealismo del poema, en consonancia con la figura de su autor (además
de literato, Tassara
fue un importante político de tendencia conservadora, periodista y
diplomático). Esta última profesión aguarda una relevancia particular para su
literatura dado el contacto que mantuvo con el resto de culturas de la época:
las relaciones con países extranjeros eran constantes (esto es muy
significativo dada la singularidad con que cada corriente artística se
manifiesta en cada territorio). De esta forma,
la composición está perfectamente vinculada
al contexto histórico y artístico en que aparece, tanto por los aspectos temáticos,
como por su autor y estilo. Este tipo de poemas serán muy influyentes en la
poesía intimista posterior: el tono apostrofado y afligido de esta composición
nos recuerda a las conversaciones poéticas de Unamuno, que interpela a Dios con
vehemencia y cuyas pretensiones se dan en el alcance de la fe, o el carácter
exaltado en la poesía de Dámaso Alonso en su obra Hijos de la ira.
De nuevo refiriéndonos a la voz poética, podríamos
considerar a Tassara el sujeto que
habla en el poema, tal vez por la importancia que presenta la religión como uno
de los temas principales de su producción a la vez que es uno de los pilares de
su postura ideológica, la cual hemos visto que estuvo patente en toda su obra.
Las preocupaciones relativas a la cuestión de la fe están presentes en una parte
fundamental de la literatura de este autor, por ello me parece común que tanto
Tassara como sus coetáneos se implicaran por completo en este tipo de
cuestiones, como para llegar a interpretar ellos mismos este sujeto poético.
Por otra parte, se
dirige al propio lector, con formas verbales
imperativas (mírale, niégale, oye…) en la primera estrofa, a Dios, con
apelaciones, y al hombre que no cree en este, en las estrofas
segunda y tercera. No obstante, debemos tener en cuenta que esta voz poética tiene en todo momento un
carácter reflexivo y que trasciende al resto de destinatarios.
El tema de la composición aparece indicado en el rótulo de la misma: Dios. Presenta el asunto principal del poema en su totalidad, de forma breve
con un único término que alude al ser beatífico. Esta es una de las claves para
la lectura de esta pieza, pues desde el principio indica hacia donde se orienta
el contenido del mismo. Además esta palabra se repetirá a lo largo de las
estrofas, por una parte para dirigirse a este y por otra para destacar la
importancia que el autor le otorga a esta entidad. De este modo, aparece la
cuestión espiritual para reflexionar sobre
la pureza del ser divino
y la desdicha a la que se
enfrenta el hombre que no cree
en su existencia. Esto, como señalaba antes, presenta una cierta
analogía con la novela unamuniana de mayor renombre, San Manuel Bueno, mártir.
En cuanto a la estructura externa de este poema, nos encontramos con
tres estrofas de seis versos alejandrinos cada una. La rima es consonante y presenta el esquema AABCCB.
La utilización de este esquema podría deberse al carácter grandilocuente
de la materia en el caso de los versos alejandrinos y el compás continuado que
aparece poema. Por otro lado, en la estructura interna del poema diferenciamos
tres partes que coinciden con la
división estrófica del autor. En los primeros seis versos vemos desde los ojos
de la voz poética una aparición de Dios en el cielo;
la segunda estrofa
muestra como este se va acercando a lo terrenal y muestra su potestad ante
el mundo como vemos [«Levántate» le dice al aquilón postrero (para referirse al viento septentrional que espera lo más alejado del
mundo) en los versos 10-12]; en la última estrofa, el autor juzga al
hombre infeliz y apela a Dios, que es igual de suyo
que del ateo (verso 17) para luego entregarle su alma.
Con respecto al análisis formal de este poema, el primer verso presenta
de parte de la voz poética una
apelación con tono imperativo («Mírale […] niégale»), tratando de mostrarle al destinatario a Dios. Luego, resalta
la trascendencia de este, quien dirige el cielo y lo terrenal,
refiriéndose a esto último con una sinécdoque ‘el profundo’
en el segundo verso. El empleo de
esta figura es sustancial a nivel semántico y podría deberse a la
referencialidad del mundo terrenal como un territorio de índole inferior al
cielo, y esto se realiza con el procedimiento anteriormente comentado.
Asimismo, en el plano fónico se sirve para adecuar el verso a las exigencias
rítmicas que hemos visto en la estructura externa. A continuación, el tercer
verso guarda una referencia a la rapidez con que este se desplaza por el cielo,
pudiendo ser esto una alusión a su omnipresencia. Posteriormente, vemos en
el cuarto verso una anáfora (Mírale) que ya aparecía en el primero
y finaliza con un hipérbaton como vemos:
‘carro de arrebatadas nubes’. La anáfora tiene un papel muy importante en el plano fónico
pues le da una relevancia especial al gesto que acompaña en cada verso en que
aparece: en esos versos el elemento principal de los mismos es la acción de la
que habla la voz poética. En el verso siguiente, se repite la anáfora
antes comentada, seguida de un hipérbaton ‘espléndidos querubes’. Estas líneas nos muestran cómo aparece Dios elevado en el cielo.
Para terminar la primera estrofa, encontramos una metáfora en la que el trueno hace de la voz de lo divino, y de nuevo, un hipérbaton ‘su
omnipotente voz’. Este procedimiento
expresivo es muy interesante de analizar pues aparece repetidas veces a lo
largo de la composición y a nivel sintáctico, trata de dar una mayor solemnidad
a las estructuras que la presentan, quizá por influencia latina, a la vez que
responde a las exigencias de la rítmica del plano fónico del poema.
En la segunda estrofa hallamos en primer lugar una sucesión de
preguntas sobre las acciones de Dios ‘¿Adónde va? ¿Qué dice?’,
precedente a una sencilla afirmación «Como le
ves ahora». Para comprender estas palabras debemos considerar los dos
versos siguientes, donde emplea
el recurso del hipérbaton ‘la suprema hora’
y ‘precipitando mundo bajo sus pies vendrá’. Lo que quieren decir estas
líneas, es que Dios se mostrará de igual manera en ese momento que en otros
de destrucción y angustia: omnipotente y superior al resto de asuntos.
Los versos siguientes son otra muestra del poder divino:
el aquilón postrero soplará cuando Dios así lo pida, y el mundo acabará.
Así, encontramos figuras
como la prosopopeya ‘aguarda’ en el verso
10, y ‘levántate’ en el 12,
con verbos dirigidos a este viento.
Esto es algo que debemos destacar en el plano morfosintáctico, pues el término
que utiliza para aludir a este fenómeno junto al empleo de la figura que hemos
visto antes, refuerzan esta personificación, y Dios se dirige a este con
peticiones, como si de una persona se tratara.
La última estrofa comienza en sus dos primeros versos con una apelación
hacia el hombre ateo y lo trata de desdichado con
exclamaciones retóricas, interjecciones como «¡Ah!», y adjetivos despectivos como miserable y desventurada.
El verso siguiente es sucesivo en la idea a los dos previos y alude de nuevo a
ese hombre que no cree en Dios y «no
levanta al cielo sus ojos y su voz». En esta línea hallamos un hipérbaton, cuya significación comentaba
antes. A continuación, vemos en el verso
16 varias exclamaciones referidas al Señor, para indicarle a este que la voz del poema sí lo ve y lo escucha,
en definitiva, reafirma
su convicción. El penúltimo verso de esta composición
presenta la idea de la omnipresencia de Dios, tanto para el fiel (la voz poética) como para el ateo. Para ello emplea
el autor el recurso del paralelismo estructural con el esquema
«¡Oh tú, Dios del…!» para referirse, primero
a uno y luego al otro.
De este procedimiento debemos destacar que en el plano sintáctico otorga la
misma importancia a los dos elementos que lo completan basándose en el
contraste tan evidente que existe entre ambos. Para finalizar el análisis, el
último verso muestra cómo la voz poética le entrega su ánima a Dios. Para ello se sirve de palabras
claras, una petición referida a su alma («Tómala…»), y una afirmación final para volver a destacar la figura suprema
de Dios.
En conclusión, este poema es un ejemplo paradigmático de la lírica
del Romanticismo español y del estilo
de Tassara. Presenta
aspectos propios del movimiento artístico
al que pertenece, como el tratamiento
subjetivo del tema y la forma en que el autor lo ejemplifica, bien mediante las figuras
retóricas que hemos comentado, o por la importancia que adquiere el idealismo para la
voz poética. Con un esquema rítmico claro y
recursos claramente predispuestos como la anáfora o el hipérbaton, encontramos en esta composición un ilustre
representante de la poesía romántica, a la vez que contemplamos una serie de elementos característicos de su autor como la magnitud que recibe la
temática religiosa para el mismo, la forma en que estructura las partes del
poema y las del contenido, o la ornamentación que recibe el léxico del poema
sin prescindir del significado del mismo.
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