lunes, 21 de febrero de 2022

Comentario de texto: Dios, de Gabriel García y Tassara


 Comparto aquí el comentario de texto del poema "Dios", de Gabriel García y Tassara, que ha realizado una de mis alumnas, Lucía Jiménez Gavira. Espero sea de ayuda a futuros alumnos y estudiantes en general que quieran realizar trabajos similares. 


COMENTARIO DE UN TEXTO ROMÁNTICO. Dios, por Gabriel García y Tassara. Texto en línea: https://sirio.ua.es/libros/BFilosofia/poesias_tassara/ima0028.htm

 

Nos encontramos ante un poema del autor Gabriel García Tassara (1817-1875) cuyo título es Dios y forma parte de sus Poesías, publicadas en periódicos y diarios como El Correo Nacional, Semanario Pintoresco o El Heraldo, entre otros, aproximadamente desde 1838 hasta 1850.  Es una obra que, por la franja cronológica en que fue publicada, se adscribe al Romanticismo. De igual manera, debemos considerar que el corpus completo no sería publicado hasta 1872, y dentro del mismo, este poema pertenece a sus poesías líricas.

 

Esta producción pertenece al subgénero de la oda, por su contenido religioso y reflexivo: el tono que adopta la voz poética es intimista a la vez que apasionada. En cuanto a su intertextualidad, encontramos en Tassara una composición acorde al movimiento en que este desarrolla su obra, si bien muy influyente en la expresión y forma, el autor mantiene ciertos elementos clásicos como la importancia de la rima y el esquema métrico, probablemente, con una relación directa con el Neoclasicismo que le precedió. También esta influencia la condicionan autores anteriores de notable similitud en el estilo y forma de su obra, como es por ejemplo Fernando de Herrera, poeta culto del Siglo de Oro español que destacó por la simbología y el carácter perfeccionista en la métrica del mismo. Asimismo, Dios presenta aspectos del Romanticismo español más estrechamente ligado al modelo romántico europeo, como la exaltación sentimental, la melancolía y la sublimidad, en este caso, que la voz poética muestra hacia lo divino, o el fuerte idealismo del poema, en consonancia con la figura de su autor (además de literato, Tassara fue un importante político de tendencia conservadora,  periodista y diplomático). Esta última profesión aguarda una relevancia particular para su literatura dado el contacto que mantuvo con el resto de culturas de la época: las relaciones con países extranjeros eran constantes (esto es muy significativo dada la singularidad con que cada corriente artística se manifiesta en cada territorio). De esta forma, la composición está perfectamente vinculada al contexto histórico y artístico en que aparece, tanto por los aspectos temáticos, como por su autor y estilo. Este tipo de poemas serán muy influyentes en la poesía intimista posterior: el tono apostrofado y afligido de esta composición nos recuerda a las conversaciones poéticas de Unamuno, que interpela a Dios con vehemencia y cuyas pretensiones se dan en el alcance de la fe, o el carácter exaltado en la poesía de Dámaso Alonso en su obra Hijos de la ira.

 

De nuevo refiriéndonos a la voz poética, podríamos considerar a Tassara el sujeto que habla en el poema, tal vez por la importancia que presenta la religión como uno de los temas principales de su producción a la vez que es uno de los pilares de su postura ideológica, la cual hemos visto que estuvo patente en toda su obra. Las preocupaciones relativas a la cuestión de la fe están presentes en una parte fundamental de la literatura de este autor, por ello me parece común que tanto Tassara como sus coetáneos se implicaran por completo en este tipo de cuestiones, como para llegar a interpretar ellos mismos este sujeto poético.

            Por otra parte, se dirige al propio lector, con formas verbales imperativas (mírale, niégale, oye…) en la primera estrofa, a Dios, con apelaciones, y al hombre  que no cree en este, en las estrofas segunda y tercera. No obstante, debemos tener en cuenta que esta voz poética tiene en todo momento un carácter reflexivo y que trasciende al resto de destinatarios.

 

El tema de la composición aparece indicado en el rótulo de la misma: Dios. Presenta el asunto principal del poema en su totalidad, de forma breve con un único término que alude al ser beatífico. Esta es una de las claves para la lectura de esta pieza, pues desde el principio indica hacia donde se orienta el contenido del mismo. Además esta palabra se repetirá a lo largo de las estrofas, por una parte para dirigirse a este y por otra para destacar la importancia que el autor le otorga a esta entidad. De este modo, aparece la cuestión espiritual para reflexionar sobre la pureza del ser divino y la desdicha a la que se enfrenta el hombre que no cree en su existencia. Esto, como señalaba antes, presenta una cierta analogía con la novela unamuniana de mayor  renombre, San Manuel Bueno, mártir.

En cuanto a la estructura externa de este poema, nos encontramos con tres estrofas de seis versos alejandrinos cada una. La rima es consonante y presenta el esquema AABCCB. La utilización de este esquema podría deberse al carácter grandilocuente de la materia en el caso de los versos alejandrinos y el compás continuado que aparece poema. Por otro lado, en la estructura interna del poema diferenciamos tres partes que coinciden con la división estrófica del autor. En los primeros seis versos vemos desde los ojos de la voz poética una aparición de Dios en el cielo; la segunda estrofa muestra como este se va acercando a lo terrenal y muestra su potestad ante el mundo como vemos [«Levántate» le dice al aquilón postrero (para referirse al viento septentrional que espera lo más alejado del mundo) en los versos 10-12]; en la última estrofa, el autor juzga al hombre infeliz y apela a Dios, que es igual de suyo que del ateo (verso 17) para luego entregarle su alma.

 

Con respecto al análisis formal de este poema, el primer verso presenta de parte de la voz poética una apelación con tono imperativo («Mírale […] niégale»), tratando de mostrarle al destinatario a Dios. Luego, resalta la trascendencia de este, quien dirige el cielo y lo terrenal, refiriéndose a esto último con una sinécdoque ‘el profundo’ en el segundo verso. El empleo de esta figura es sustancial a nivel semántico y podría deberse a la referencialidad del mundo terrenal como un territorio de índole inferior al cielo, y esto se realiza con el procedimiento anteriormente comentado. Asimismo, en el plano fónico se sirve para adecuar el verso a las exigencias rítmicas que hemos visto en la estructura externa. A continuación, el tercer verso guarda una referencia a la rapidez con que este se desplaza  por el cielo, pudiendo ser esto una alusión a su omnipresencia. Posteriormente, vemos en el cuarto verso una anáfora (Mírale) que ya aparecía en el primero y finaliza con un hipérbaton como vemos: ‘carro de arrebatadas nubes’. La anáfora tiene un papel muy importante en el plano fónico pues le da una relevancia especial al gesto que acompaña en cada verso en que aparece: en esos versos el elemento principal de los mismos es la acción de la que habla la voz poética. En el verso siguiente, se repite la anáfora antes comentada, seguida de un hipérbaton ‘espléndidos querubes’. Estas líneas nos muestran cómo aparece Dios elevado en el cielo. Para terminar la primera estrofa, encontramos una metáfora en la que el trueno hace de la voz de lo divino, y de nuevo, un hipérbaton ‘su omnipotente voz’. Este procedimiento expresivo es muy interesante de analizar pues aparece repetidas veces a lo largo de la composición y a nivel sintáctico, trata de dar una mayor solemnidad a las estructuras que la presentan, quizá por influencia latina, a la vez que responde a las exigencias de la rítmica del plano fónico del poema.   

 

En la segunda estrofa hallamos en primer lugar una sucesión de preguntas sobre las acciones de Dios ‘¿Adónde va? ¿Qué dice?’, precedente a una sencilla afirmación «Como le ves ahora». Para comprender estas palabras debemos considerar los dos versos siguientes, donde emplea el recurso del hipérbaton ‘la suprema hora’ y ‘precipitando mundo bajo sus pies vendrá’. Lo que quieren decir estas líneas, es que Dios se mostrará de igual manera en ese momento que en otros de destrucción y angustia: omnipotente y superior al resto de asuntos. Los versos siguientes son otra muestra del poder divino: el aquilón postrero soplará cuando Dios así lo pida, y el mundo acabará. Así, encontramos figuras como la prosopopeya ‘aguarda’ en el verso 10, y ‘levántate’ en el 12, con verbos dirigidos a este viento. Esto es algo que debemos destacar en el plano morfosintáctico, pues el término que utiliza para aludir a este fenómeno junto al empleo de la figura que hemos visto antes, refuerzan esta personificación, y Dios se dirige a este con peticiones, como si de una persona se tratara.

 

La última estrofa comienza en sus dos primeros versos con una apelación hacia el hombre  ateo y lo trata de desdichado con exclamaciones retóricas, interjecciones como «¡Ah!», y adjetivos despectivos como miserable y desventurada. El verso siguiente es sucesivo en la idea a los dos previos y alude de nuevo a ese hombre que no cree en Dios y «no levanta al cielo sus ojos y su voz». En esta línea hallamos un hipérbaton, cuya significación comentaba antes. A continuación, vemos en el verso 16 varias exclamaciones referidas al Señor, para  indicarle a este que la voz del poema lo ve y lo escucha, en definitiva, reafirma su convicción. El penúltimo verso de esta composición presenta la idea de la omnipresencia de Dios, tanto para el fiel (la voz poética) como para el ateo. Para ello emplea el autor el recurso del paralelismo estructural con el esquema «¡Oh tú, Dios del…!» para referirse, primero a uno y luego al otro. De este procedimiento debemos destacar que en el plano sintáctico otorga la misma importancia a los dos elementos que lo completan basándose en el contraste tan evidente que existe entre ambos. Para finalizar el análisis, el último verso muestra cómo la voz poética le entrega su ánima a Dios. Para ello se sirve de palabras claras, una petición referida a su alma («Tómala…»), y una afirmación final para volver a destacar la figura suprema de Dios.

 

En conclusión, este poema es un ejemplo paradigmático de la lírica del Romanticismo español y del estilo de Tassara. Presenta aspectos propios del movimiento artístico al que pertenece, como el tratamiento subjetivo del tema y la forma en que el autor lo ejemplifica, bien mediante las figuras retóricas que hemos comentado, o por la importancia que adquiere el idealismo para la  voz poética. Con un esquema rítmico claro y recursos claramente predispuestos como la anáfora o el hipérbaton, encontramos en esta composición un ilustre representante de la poesía romántica, a la vez que contemplamos una serie de elementos característicos de su autor como la magnitud que recibe la temática religiosa para el mismo, la forma en que estructura las partes del poema y las del contenido, o la ornamentación que recibe el léxico del poema sin prescindir del significado del mismo. 

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