lunes, 23 de noviembre de 2020

Los quijotes afrancesados

 La semana pasada se publicó el libro Aproximaciones al nacionalismo en las literaturas hispánicas, coordinado por Sergio Fernández Moreno, Pedro Mármol Ávila y Yónatan Pereira Melo. Soy autor de uno de los capítulos, "Los quijotes afrancesados: francofobia y reaccionarismo en la novela española entre los siglos XVIII y XIX". 

Hablar de la novela española de finales del siglo XVIII y principios del XIX supone hablar de importantes lagunas en la historia de las letras hispánicas. La rigidez del gusto estético de aquellos años suponía, por lo general, un reiterado estancamiento en las preceptivas neoclásicas, que no terminaban de valorar correctamente el género novelesco. Era inconcebible, por tanto, lograr algo de gloria literaria escribiendo novelas; no obstante, en esa época aparecieron bastantes autores que supieron, al margen de lo literario, darles otra utilidad a las producciones de ese género: hablamos de narraciones concebidas como meros instrumentos de propaganda francófoba, en contra de los afrancesados y de los valores ilustrados que propiciaron la revolución de 1789. Numerosos intelectuales de la época poseían una moral obsesivamente conservadora y tradicionalista, anclada por lo general a los dogmas de la religión católica, y veían la ideología predominante en la Francia de la época como una considerable amenaza para sus costumbres. Ante la inminente difusión del pensamiento ilustrado les convenía expandir entre las élites culturales una ideología opuesta, y para lograr este propósito les fue de mucha utilidad emplear El Quijote como modelo de sátira para arremeter contra las ideas más radicales de la Ilustración. Así, las mismas técnicas que Cervantes utilizó para ridiculizar las novelas de caballería fueron empleadas por todos estos novelistas para echar por tierra las obras de Voltaire y otros autores similares. Surgieron, de esta manera, numerosas novelas con un argumento prácticamente idéntico: todas ellas cuentan la historia de un nuevo “Quijote” que se ha vuelto completamente chiflado por leer la filosofía ilustrada, y que por intentar ser consecuente con su moral ilustrada ha comenzado a comportarse de una manera tan disparatada como la del caballero de los leones. El origen de toda esta tendencia lo podemos encontrar en la publicación de una obra que, si bien no es una novela como tal, habría de influir directa o indirectamente en muchas de las narraciones de la época: nos referimos a La moral de Don Quijote, de Pedro Gatell (1789). Es, principalmente, un tratado moral en el que se acusa a los ilustrados de mostrar una actitud tan alocada y ridícula como la de Don Quijote, por querer arremeter no ya contra molinos de viento, sino contra los principios de la religión católica. Tres años después de la publicación de esta obra, apareció una novela propiamente dicha articulada en torno a las ideas de Gatell: El impío por vanidad, cuyo protagonista es un afrancesado alucinado con la lectura de autores en la línea de Voltaire. En los años siguientes a la publicación de El impío surgirían nuevas novelas en torno a la misma idea, como El liberal en Cádiz (1814) o Don Rodrigo de Peñadura (1823). Todas estas novelas, si bien por lo general presentan un interés literario más bien cuestionable, nos pueden resultar interesantes para comprender la francofobia imperante en una parte considerable de las élites intelectuales españolas de los años de la revolución francesa.   

Podéis descargar y leer gratis el aludido trabajo en este enlace


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